domingo, 14 de junio de 2020

HOMILÍA: uerpo y Sangre de Cristo (domingo 14 de junio de 2020) Juan 6, 51 – 58.


A pesar que la Palabra de Dios tenga un valor eterno e inmutable ya san Jerónimo decía que su sentido crece con el lector y el papa Francisco en el capitulo sobre la homilía de su carta Evangelii Gaudium dice que el predicador debería favorecer el encuentro entre el deseo de Dios que habita el corazón de las personas y la Palabra misma de este Dios deseado. 

Esta premisa para motivar porque en esta fiesta de Corpus siento que la pagina que mas se acerca a nuestra vivencia sea la primera lectura. Dios recuerda al pueblo por medio de Moisés el largo camino en el desierto con sus dificultades practicas: hambre, serpientes, escorpiones y sed. Estas dificultades vitales son el reflejo de dificultades mas profundas que arraigan en al corazón del creyente: aflicción, prueba, incapacidad a guardar los mandamientos, olvido de Dios mismo. 

No creo sea necesario aclarar como algo parecido ha pasado y está pasando hoy también frente a las dificultades que conlleva una nueva enfermedad y las formas por medio de la cual le estamos haciendo frente. 

Como Moisés guardo en mi oración tantos hermanas y hermanos que sin Misa, sin encuentros de formación arriesgan – como el pueblo en el desierto – flaquear su fe. 

En el cauce de esta oración quiero escuchar las promesas de Dios que se cumplen con el don de la Eucaristía, el pan y el vino de la misa. 

Al pueblo hambriento y sediento por el camino en el desierto Dios dona un comida abundante y novedosa junta con un agua que brota saludable que se opone a otras aguas que el pueblo encontraba y que se transformaban en vehículo de muerte.

Tales dones preciosos en si mismos no se agotaban en si mismos sino recordaban al pueblo creyente que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Señor. 

Los bienes que a diario sustentan nuestras vidas como la comida y la bebida son un reflejo lejano del profundo deseo de vida que Dios desea compartir con nosotros. 

A esto apunta el párrafo del discurso sobre el pan de la vida que la Iglesia nos invita a escuchar. Después haber multiplicado los panes para la multitud Jesús pronuncia una amplia catequesis sobre el sentido del pan que Él vino donando que anticipa el don de la Eucaristía que se llevará a cabo en la ultima cena, mejor dicho, en todos los eventos de la Pascua. 

Escuchamos lo que Jesús nos dice en la pagina del Evangelio aplicándola a la Eucaristía que muchas veces tuvimos (y tenemos la dicha de celebrar). 

  • El que come de este pan vivirá... la Eucaristía es comida y como todas las comida es promesa de vida. La comida que dona Jesús mucho mas de lo que fue donado por medio de Moisés es vida eterna el que come de este pan vivirá eternamente.

  • Esta vida que la Eucaristía promete no es negación del camino de la existencia humana que – lo sabemos bien – está entrelazado con el sufrimiento y la muerte porque Jesús nos promete yo lo resucitaré. La vida divina que la Eucaristía genera es camino pascual que pasa por la cruz para llegar a la resurrección como la Pascua de Jesús que recién celebramos nos recordó muy bien. 

  • Este camino que es la Eucaristía es puerta de entrada en la relación entre Jesús y el Padre-Dios como una vez mas los Evangelios de los domingos pascuales nos han recordado. Un Padre-Dios presentado por Jesús como un Padre que tiene vida, un padre en quien permanecer permaneciendo en Jesús... pero al mismo tiempo un Padre por el cual vivir. 

Jesús parece como destacar dos caras del misterio de la Eucaristía. 

Una primera que llamaría estática expresada por el verbo permanecer: ...el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mi y Yo en él.

Hay un efecto de la Eucaristía en nuestro permanecer con Jesús y con el Padre-Dios. Bien expresa esto el nombre comunión que la Iglesia utiliza para indicar el Sacramento de la Eucaristía. Por si mismo la Comunión es un efecto del sacramento algo que el pan y vino de la Misa generan. Comunión es este permanecer en Jesús y por medio de Él en el Padre-Dios. 


Este permanecer se acompaña, se une estrictamente con un vivir-actuar con Jesús y por medio de Él con el Padre-Dios. Escuchamos de vuelta como lo expresa Jesús: el que come mi carne y bebe mi sangre PERMANECE en mi y YO en él. Así como Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera el que me come vivirá por mi. 

Es la otra cara de la Eucaristía. No solamente un permanecer sino un vivir por, un ser enviados como Jesús fue enviado por el padre. El nombre comunión llama el Sacramento con sus efectos recordandonos que el Sacramento continúa – mejor dicho – debería continuar en sus efectos. Meno utilizado pero la Iglesia nunca dejó de llamar a la Eucaristía fracción del pan. Es el tercer gesto de Jesús en la ultima cena el gesto que hace posible practicamente comer de su presencia, es el ejemplo a imitar en toda nuestra vida llamada a cuidar el hermano. Quien se alimenta del pan de la misa crece en la comunión con Jesús y con el Padre-Dios y es enviado como testigo de esta comunión. 

En la mayoría de estos domingos sin Misas con el pueblo al mediodía salía con la custodia frente al Templo para bendecir la ciudad y la parroquia y muchas veces pensaba en el deseo de Jesús que su pueblo volviera a celebrar la comunión con Él y hoy sumo el deseo que su pueblo por cuanto no pudo reunirse pueda ser testigo de esta comunión con Jesús reflejo de la comunión con el Padre. Comunión que es quedarse con Él para ir con Él a los hermanos rumbo a la morada de la muchas habitaciones donde el Padre con Jesús nos espera. 

domingo, 7 de junio de 2020

HOMILÍA: Domingo Santísima Trinidad (6 de junio de 2020) Juan 3, 16 – 18.


El Espíritu de Dios cuyo don contemplamos el pasado domingo fue anunciado por Jesús como quien ayuda a entender el misterio de Dios. Guiada por este Espíritu la Iglesia dedica el domingo que sigue a Pentecostés a celebrar la Trinidad que es Dios. Nuestro Dios son Padre, Hijo e Espíritu. 
Dando por sentado que no alcanza nuestra inteligencia para entender como sea posible que el Único sean tres y que los Tres sean uno podemos dejarnos guiar por la palabra de Dios que se nos ofrece a contemplar este Dios Trinidad de amor. Mas allá de lo que no entendemos el ser trinitario de Dios nos recuerda que nuestro Dios es un Dios en relación. Nada a que ver con il Dios alejado imaginado por los griegos que se expresa en muchos “dioses” por un lado demasiados humanos para satisfacer el deseo de salvación y plenitud y por el otro demasiado alejados para satisfacer el deseo de consolación y aliento. 
Padre-Hijo-Espíritu es un Dios que vive en relación en si mismo y al mismo tiempo un Dios que se compromete con su historia en nuestra historia. 
Jesús así anuncia el amor de Dios en la pagina escuchada: Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo. El amor de Dios no queda en los cielos o en otros lugares alejados sino es la carne de Jesús. La vida de Jesús así como la conocemos por los Evangelios, como venimos celebrándola con la Iglesia, es el rasgo mas característico de Dios. Creer en (el Hijo) como nos invita Jesús no es rendir nuestra razón a lo que no entendemos sino abrir toda nuestra existencia a la experiencia de Jesús para que sea su testimonio que nos aliente a vivir una vida convocada a ser eterna. 
Como en Dios Padre e Hijo se aman y se mantienen el uno al otro en este amor y este amor es el Espíritu Santo, así nosotros discípulos somos llamados a ser parte de este amor. 
Jesús aclara esto con palabras tomadas de la tradición bíblica y de la cultura de su pueblo. Hay una salvación deseada que no pasa por un juicio o sea por una selección sino por un derrame abundante del amor de Dios. Para que esto quede mas claro Jesús recurre a una forma de explicar típica de su cultura que conocemos por muchas paginas de la Biblia: afirmar algo y negar su contrario. Encontramos un ejemplo en la primera lectura. Dios se presenta compasivo y bondadoso y para que quede mas claro suma: lento para enojarse y prodigo en amor. Afirmación y negación de su contrario: el Dios compasivo no se enoja, el Dios bondadoso no ahorra sino derrama amor con abundancia. 
Jesús recurre a la misma forma: quien cree, quien abre su vida a Dios afirma Jesús que se salva y niega que es condenado. 
¿y el que no cree? 
Al pié de la letra de las palabras de Jesús tampoco es condenado por Dios sino la condena es la misma falta de fe. Quien no cree tristemente se pone afuera del derrame de amor que es nuestro Dios. 
No corremos a pensar a muchos que nos dicen no creer. Quien llega a expresarlo – al fin – es porque desea poder hacerlo o puede ser que ya lo haga pero no sepa admitirlo. El drama, la condena es cerrarse al Hijo único de Dios... cuantos con sus preguntas, dudas, ansias al final ya están abriéndose y Dios quiera que el espacio de esta apertura sea llenado. 
Moisés se siente amigo de Dios. Nada menos. A Dios su amigo ruega por su pueblo, implora el perdón de los pecados. Hasta acá el pedido suena licito. El cierre de la oración de Moisés es atrevido: conviértenos en tu herencia. Si hubiese dicho “conviértenos en tu herederos” todo estaba bien, siempre el hombre pide, pocas veces tiene conciencia de recibir. Moisés desea mas. Moisés desea ser parte de los dones de Dios. No solamente un destinatario sino ser contado entre la herencia entre los dones que Dios quiere dejar a sus herederos. 
En nuestra fiesta patronal esto puede ser un buen deseo que guardamos y en el cual crecer. Nosotros que tenemos la dicha de creer, a pesar de las dificultades deseamos que Dios nos coloque entre las cosas mas preciosas que quiera dejar a otros así como hace quien deja herencia. 
En general dejan herencia los padres a sus hijos. Estamos llamados a ser parte de la herencia del Padre-Dios, no solamente a recibirla, tampoco solamente custodiarla sino entrar en esta herencia para que muchos la beneficien. 
Celebramos desde lejos nuestra fiesta patronal con el deseo que luzca aún mas nuestra fe y que sea aliento para muchos. En la oración de la Iglesia que anuncia la Pascua frente al cirio encendido y mientras las personas sostienen la vela se reza: 
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla...

Nosotros que sabemos ya que Dios es amor distribuyamos esta luz y ojalá que no vaya bajando su luminosidad a pesar de las distancias.